Diario de cooperación (III)
Gundi es una localidad en el distrito de Chitwan, en la jungla al sur de Nepal; es probablemente el lugar más pobre y necesitado que he conocido nunca (con una educación inexistente y cuyas familias viven en unas condiciones muy por debajo del umbral de la pobreza o lo que podríamos considerar como humanamente posible, a pesar de estar a tan solo 200km de la capital, Katmandú).
Pienso que ningún país o ciudad del tercer mundo forma parte de este selecto grupo de manera fortuita. Está claro que hay circunstancias que pueden dificultar el desarrollo —Nepal es reconocido como la tierra de los terremotos, aunque muchos ignoren las continuas inundaciones que asedian el país cada año o la reciente guerra civil que se llevó miles de vidas por delante—, pero quiero pensar que, a pesar de que el azar, como en todos los casos, tiene un papel en este tablero de juego, también lo tienen muchos otros factores.
No cabe duda de que la cooperación es una herramienta de soporte para los países en vías de desarrollo, pero en ningún caso se puede permitir que el progreso de un país quede supeditado a la ayuda internacional. A pesar de que la cooperación puede aportar valor, el gobierno también tiene una responsabilidad fundamental en este ámbito. Como decimos nosotros: Bahadur es un colaborador del gobierno, tratamos de llegar allá donde ellos no pueden. En otras palabras, hacemos lo que esa gente de la cúpula no está dispuesta a hacer.
Y, al escribir estas líneas, no puedo evitar sentir una punzada en el corazón, porque cada vez que pienso en ello la misma palabra aterriza en mi mente: Gundi.
El círculo sin salida de la pobreza
Fue al poner los pies en ese lugar cuando me di cuenta de lo infravalorado que tenía el concepto de pobreza. El acceso era prácticamente imposible, lo que dificultaba la movilidad y el comercio; sin ningún tipo de comunicación con el exterior, lo que aislaba todavía más a los Chepang, un grupo ya de por sí vulnerable. La gran mayoría de ellos no habían visto un rostro blanco en su vida, y muchas personas ni siquiera hablaban nepalí (el idioma oficial del país).
En vista de esta situación, me pregunto: ¿cómo es posible el progreso de una comunidad como la de los Chepang de Gundi? Ciertamente una pregunta para la que no tengo una respuesta, todavía.
Está claro que la ayuda humanitaria es importante para el desarrollo de un país, pero de poco sirve si el gobierno no planta unas bases adecuadas para una óptima actuación de las organizaciones en el terreno. La cooperación debe ser un trabajo conjunto, de la organización junto a las comunidades locales, pero con el soporte del ejecutivo durante el proceso; porque poco puede hacer una ONG por una escuela o comunidad si ni siquiera puede enviar materiales a la zona, o encontrar a trabajadores dispuestos a marcharse a un lugar donde no podrán comunicarse con la propia organización o sus familiares.
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Recapacito y pienso en comunidades marginadas como los Chepang de Gundi quienes están condenados a seguir aislados o recluidos hasta que el gobierno de Nepal decida tomar cartas en el asunto. Mientras tanto sigo recordando cada día a esa gente, a aquellos a quienes no pudimos ayudar y tuvimos que dejar atrás, marcando un punto rojo en el mapa al que deseamos ser capaces de volver pronto, con el objetivo de proponer una ayuda eficaz y sostenible.